6 abr 2015

Hito del paisajismo porteño



(De Miguel Ruffo)

Inaugurado el 24 de noviembre de 1914, el Rosedal de Palermo se nos presenta como una múltiple combinación de rosas y verdes, de azulejos, puentes y glorietas y de espíritu poético.
El Parque 3 de Febrero es el espacio verde más importante de la ciudad de Buenos Aires y el Rosedal forma parte de su verdor. Sobre sus orígenes, Sonia Berjman y Rosana Di Bello recuerdan: “Se construyó entre el 5 de mayo y el 22 de noviembre de 1914, es decir en escasos seis meses y medio para una obra complicada y difícil: era el estilo y el tesón de aquellos paisajistas que legaron el verde y el color de la mayoría de los paseos porteños”.
La superficie del Rosedal es de 3,4 hectáreas y allí se plantaron 14.650 rosales de 1189 variedades. Todas ellas estaban catalogadas y distribuidas según sus colores, “desde el blanco de la nieve al rojo sangre”, señalan Bergman y Di Bello. Nos encontramos pues frente a una sinfonía de colores, frente a una decoración moderna, frente al esplendor de las rosas.
La inauguración del Rosedal fue un importante evento en la historia del paisajismo de Buenos Aires. Los periódicos de la época no dejaron de cubrir en extensas e ilustradas notas el momento fundacional del Jardín de las Rosas. Así, La Nación del 22 de noviembre de 1914, en un artículo titulado “Embellecimiento del Parque 3 de Febrero-El Jardín de las Rosas”, decía: “Entre ellas figuran las variedades más preciadas, pues se ha querido hacer, no sólo un jardín que ofreciese atractivos al paseante, sino un lugar que presentase a los amateurs un amplio campo de estudio. A este efecto, una de las secciones de la rosería ha sido dedicada a las variedades conseguidas por los floricultores desde 1912. Y otra sección permitirá la realización de exposiciones en las cuales los aficionados al cultivo de las rosas podrán exhibir sus ejemplares”. Por su parte, La Prensa manifestaba: “(...) el Parque de Palermo añade un cuadro de floricultura realmente valioso a los que adornan el extenso Paseo del Norte, a la vez que decora el vistoso paisaje con la nota policroma de su profusa variedad de rosas dispuestas en artística combinación de colores entre las que figuran todas las gradaciones del matiz, desde la encendida púrpura de la llamada rosa de fuego hasta el blanco impoluto de las camelias. La Dirección de Paseos ha necesitado mucho tiempo y prolijos cuidados para reunir y conservar los centenares de gajos adquiridos en diversos países de Europa y América, aunque muchas de las especies son oriundas de otros continentes”. Todo ello nos revela la universalidad del Rosedal.
Con la creación de este espacio, la ciudad de Buenos Aires cubría una ausencia en su paisajismo y se ponía junto a aquellas ciudades que en Europa ya contaban con jardines de rosas.
El evento inaugural estuvo a cargo de la Sociedad de las Damas de Caridad, quienes organizaron una kermés en la que las rifas se alternaban con proyecciones de cine y funciones de títeres. Como colorida nota al margen, podemos agregar que, el día en que el Rosedal se abre al público, se dan de la mano el cine, una forma artística propia del siglo XX que había nacido como un espectáculo de ferias, y los títeres, que nos proyectan a las ferias de la medievalidad europea. Modernidad y tradición se intervinculaban para dar nacimiento al Jardín de las Rosas.
Poco después se dotaría al Rosedal de un patio andaluz. Sobre esto, expresaba La Prensa del 14 de mayo de 1920: “La Dirección de Paseos de acuerdo con el plan de modificación y mejoramiento de plazas y jardines del municipio ha resuelto recomenzar las obras de instalación de un Patio Andaluz en Palermo, cuyos trabajos habían sido suspendidos a raíz de la cesión al Gobierno Nacional de los terrenos en [los] que debía construirse la citada obra de ornamentación floral. La instalación de dicho patio se hará ahora en los terrenos que posee la comuna próximos al Rosedal”. De esta manera, junto al Jardín de las Rosas y al espíritu del paisajismo francés, se relacionaba una ornamentación de raigambre andaluza, es decir, proveniente de la tradición y cultura española; el hispanismo ya se tornaba presente en el paisaje de Buenos Aires que en la Belle Époque había pretendido ser la París de la América del Sur.
Finalmente, no podemos dejar de citar el Jardín de los Poetas, que forma parte del paseo del Rosedal y está constituido por bustos de los principales poetas de la literatura universal. Para citar sólo dos, mencionaremos al genial Dante y a su Divina Comedia, tal vez el más grande poema de todos los tiempos, que nos proyecta a la Italia de la Baja Edad Media; y el otro poeta es el español Antonio Machado, recordado por sus versos musicalizados por el cantante popular Joan Manuel Serrat: “Caminante, son tus huellas / el camino y nada más; / caminante, no hay camino, / se hace camino al andar. / Al andar se hace camino / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar. / Caminante, no hay camino / sino estelas en la mar [...]”.
Si no hay camino, como afirma Machado, entonces cabe preguntarnos si una visita al Rosedal no nos permitirá realizar una inmersión en el mundo de la cultura y de las más sublimes tradiciones y, reflexionando entre sus rosas, azulejos y bustos (sin olvidar el lago), encontrar el camino que buscamos a lo largo de nuestras vidas.
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Fuente: Rosedal de Palermo.
Berjman, S. y Di Bello, R., El Rosedal de Buenos Aires. Buenos Aires, Fundación YPF, 2010.
Imagen: (Foto tomda de palermotour.com.ar)
Nota tomada del periódico “Tras Cartón”.