27 mar 2013

Historia de dos puentes



(De Fernando Sánchez Zinny)

Por Puente Saavedra se entiende el lado sur –o metropolitano–  del paso de la General Paz sobre Cabildo, justo donde esta avenida cambia su nombre por el de Maipú, designación correspondiente al partido bonaerense de Vicente López. Sin perjuicio de ello, “puente Saavedra” –aquí sería pertinente el uso de la minúscula–, es también el complejo entramado de puentes y vías de acceso existente en ese lugar, sentido en el cual es frecuente escuchar, por ejemplo, “tres cuadras más allá de puente Saavedra”; en el anterior, describe el inmediato sector capitalino que abarca unas cuantas manzanas en semicírculo a partir de la mencionada referencia, como cuando decimos “X vive en Puente Saavedra”, o “la avenida San Isidro es bien de Puente Saavedra, es lo más característico que tiene”.
  Por motivos diversos, la denominación resulta curiosa; el primero y principal es que no suelen identificarse como puentes los pasos de la General Paz, por mucho que técnicamente lo sean; el segundo, que la expresión sólo define una especie de sub-barrio de la ciudad autónoma sin que, en cambio, tenga aplicación hacia el Norte, pues universal y exclusivamente se dice, entonces, que N vive “en Aristóbulo del Valle”. Y el tercero, lo llamativo del fortísimo arraigo que exhibe esa designación, pese a que su causa sería de antigüedad apenas relativa, ya que la General Paz no se inauguró sino en 1941. Tengamos en cuenta, al respecto, la ridiculez que entrañaría indicar, por ejemplo, que tal persona “vive en el Obelisco”. Por otra parte, un testimonio personal que me cupo recoger, señala que para 1947 la adyacente área de la provincia era conocida como Aristóbulo del Valle, y únicamente, de esta manera. 
Como se ve, el punto está rodeado de incertidumbres, al menos para  los porteños puntillosos. Para ayudar a disiparlas expongo un dato esclarecedor, aunque, convengo, una pizca estupefaciente: una vieja foto, atribuible a comienzos de la década del Veinte, muestra un puente de arco, construido con ladrillo a la vista. En la parte superior se atisban fragmentos de edificación y por el hueco pasa una doble vía férrea; en la aclaración al pie se lee: “Verdadero puente Saavedra y, al fondo, la estación Aristóbulo del Valle, que todavía no se llamaba así”, de lo que es fuente el libro Historia del Ferrocarril al Norte del Gran Buenos Aires, de Ariel Bernasconi, editado por Dunken en el 2012.
Con ayuda de ese autor y de algunos recuerdos y asociaciones, tratemos de fijar fechas: esos rieles fueron los últimos que se tendieron en la zona. Fue en 1912 y la Compañía del Central Córdoba, constructora de la línea, debió montar puentes para salvar las sucesivas vías de Vicente López y de Florida; con el fin de mantener una altimetría congruente con esa exigencia tuvo, a la vez, que cavar una trinchera para atravesar la barranca que se halla entre Maipú y la costa, razón por la cual esa avenida, en aquel tiempo empedrada y con bulevar, fue cruzada bajo nivel y la parada inmediata quedó, asimismo, por debajo de la superficie del terreno. Esa parada se llamó Kilómetro 12 e, informalmente, Parada Bosch, para recibir bautismo definitivo en 1924: estación Aristóbulo del Valle. En tanto, el puente excavado bajo Maipú se llamó “puente Saavedra” y adquirió inevitable notoriedad por ser él único que había en todo el “camino del Norte”, a partir del “de Pacífico”. Se asegura que en algún momento la totalidad de los alrededores, en ambas jurisdicciones, fue conocida como Puente Saavedra, hasta que, con el tiempo, la gente de la Provincia tomó como propia y excluyente la denominación que le proponía el cartel de la estación ferroviaria, fenómeno identificatorio quizá similar al que selló el ocaso de Barracas al Sur, nombre diluido tras el impuesto al partido, Avellaneda, en una alteración que terminó afianzando la singularidad del paraje, escindiéndolo para siempre del que está entre el Riachuelo y Constitución.
Pues lo de Saavedra, en efecto tenía que ver con el barrio de nuestra ciudad –para entonces, mejor zona, porque mayormente era campo–, no obstante estar aquel puente unos 200 metros metido en la jurisdicción provincial, pero la imprecisión venía ya de antes: el tranvía Lacroze llegaba hasta el extremo de la Capital y tenía su terminal saliendo de ella, en ese terreno en que ahora hay un playón donde concluyen su recorrido varias líneas de colectivos. La terminal –que nuestra generación conoció como de trolebuses–, se llamaba –incorrectamente, según los formalismos de hoy– “Estación Saavedra”, y justo a su lado estaba el puente de ese nombre. Que, en realidad, sigue estando, disimulado por las obras que luego se superpusieron, pero está –advirtamos– no en el sector homónimo sino en Aristóbulo del Valle. 

Un serio equívoco de ubicación retrospectiva lo origina en nuestra ciudad el puente de la Noria, ostentosa réplica neocolonial del puente Alsina actual, hoy mero ornamento sin uso situado en la finalización hacia el Sur de la General Paz, donde ésta –salvado el Riachuelo-Matanzas– se convierte en el Camino Negro, apelativo criollo y escondedor de una excelente autopista a la que, con la escasa inventiva acostumbrada, se llama Presidente Juan Domingo Perón.
Por cierto, ahora existe un nuevo puente de la Noria, adecuado a los presentes requerimientos viales, que es el tercero de ese nombre. El primero fue construido en 1905, unos tres mil metros más cerca de la desembocadura del Riachuelo que el sitio asignado a sus sucesores en la denominación. Se hallaba en terrenos que hoy pertenecen a la provincia, debido a la rectificación de ese curso de agua, en la proyección imaginaria de las calles Ameghino o Mozart, bastante cerca de la dársena o ensanche  que marca la confluencia del Cildáñez. Antes ahí había habido un vado llamado “de la Noria”, por la proximidad de una movida por caballos, propiedad –en época indeterminada– del vecino Gregorio Rodríguez. Ese puente, orientado completamente hacia el Sur en razón de los meandros del río se construyó cuando en el andurrial era todo barro y más barro, pajonales y bañados, con el fin de facilitar el acceso de las tropas de ganado a los Mataderos, habilitados en 1900.
Por el lado de la provincia se conectaba con un camino que venía de  Cañuelas, cuya traza en las inmediaciones coincidía, poco más o menos, con la actual calle Olazábal, en el Partido de Lanús. Por el de la Capital venía a dar a una tablada en la que eran encerrados los animales, posteriormente Parque de la Tablada y, por último, parque Julio A. Roca, aunque también se lo conoce como Parque Interama.
Desapareció esa estructura, con su río incluido, al rectificarse el cauce del Riachuelo, y al despuntar los años cuarenta se tendió –de hecho, en plena pampa–, la presuntuosa reemplazante, con sus tejados y espadañas, que, aguas arriba, reitera la silueta del puente Alsina. Un enigma lo constituye el porqué se le dio el nombre del anterior puente, situado en realidad lejos. Aunque aventurado, no es ilógico suponer que medió la intención de preservar una partícula de nuestras más bien recientes y apenas relevantes tradiciones. Al fin y al cabo, esos eran años de entusiasta nacionalismo cultural, hispanista y criollista, corroborado hasta por el estilo arquitectónico elegido para la obra; tal vez se haya creído conveniente o enaltecedor conservar un nombre que aunaba ambas sugerencias, a despecho de que al hacerlo se incurriese en una inexactitud topográfica.
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Imagen: Tranvía Nº 31 de la Corporación cruzando el viejo puente Saavedra (Foto circa 1957).