23 nov 2012

El monumento a Juan Manuel de Rosas



(De Miguel Ruffo)

Durante la primera presidencia de Carlos Menem fueron repatriados los restos de Juan Manuel de Rosas. El acontecimiento formó parte de una operatoria ideológica del menemismo, fuertemente reaccionaria, donde aquella repatriación era presentada como el símbolo de la "reconciliación de los argentinos" a fin de justificar lo injustificable: los indultos a los genocidas de la última dictadura.
Posteriormente, en 1995, por ley 24.520, se autorizó la erección de un monumento a Juan Manuel de Rosas. Independientemente de las motivaciones ideológicas de este evento y sosteniendo, como siempre, que los monumentos y esculturas públicas tienen su propio status ontológico independiente del personaje al que remiten y de los comitentes de la obra, nos introduciremos en el análisis del monumento.
Se lo ubicó en el Parque 3 de Febrero (Palermo) donde Rosas había levantado su casa-residencia y en diagonal respecto del monumento a Domingo Faustino Sarmiento. "Se lo pensó como un monumento ecuestre por la pasión que Rosas sentía por los caballos y se tomó como modelo una lámina de Salinas. El monumento a Urquiza también es ecuestre y debió haberse tomado como referente a la hora de pensar el homenaje. El de Rosas debía estar a la par o superar al anterior y se tuvo mucho cuidado en que la figura del caballo y su jinete fueran armónicas, dando una imagen de fuerza y potencia con una marcha lenta y contenida, sofrenada por el jinete con mano firme, evitando toda ampulosidad. Quería esquivarse, con seguridad, la pose convencional del caballo y jinete realizados por Baldi y Rocha para el monumento a Urquiza. Acompañan al grupo ecuestre cuatro relieves alegóricos: El combate de la Vuelta de Obligado, La fundación de pueblos y fortines en la Campaña del Desierto, la firma del Pacto Federal del 4 de enero de 1831 y la cláusula III del legado del general José de San Martín". (1)
Juan Manuel de Rosas fue un estanciero y saladerista de la provincia de Buenos Aires y su acceso al gobierno en 1829 representaba la consolidación de la burguesía terrateniente de la provincia en el poder del Estado. Esta burguesía fue la primera "clase nacional" en nuestra historia porque, a diferencia de la burguesía comercial rivadaviana que compraba y vendía, los terratenientes estaban vinculados a la propiedad de la tierra y el ganado, a la estructura de producción social y, a partir de este anclaje, estaba en condiciones de negociar con el capitalismo internacional, particularmente británico, y, en caso de necesidad, enfrentarlo militarmente. Esto es lo que ocurrió en el combate de la Vuelta de Obligado el 20 de noviembre de 1845, donde las fuerzas de la confederación comandadas por Lucio Norberto Mansilla enfrentaron a la escuadra anglo francesa que, tras bloquear el Río de la Plata, trataron de imponer por la fuerza la libre navegabilidad de los ríos interiores de la Confederación, a fin de comerciar directamente con el litoral y el Paraguay. En este combate, que es uno de los motivos alegóricos del monumento, Rosas defendió la soberanía nacional como lo reconoció el propio general José de San Martín, quien en su testamento legó al gobernador de Buenos Aires el sable corvo que lo había acompañado en la lucha por la independencia de la América del Sur, tema aludido por otro de los relieves circundantes. El Pacto Federal de 1831 que establecía los principios de la federación como fundamentos de la organización política, motivo de otra de las alegorías, alude al principio medular de la organización política nacional. Finalmente la Campaña del Desierto de 1833 hace a la expansión de la frontera ganadera y es un anticipo de la delimitación del espacio geográfico del Estado Nacional.
Así, en el monumento a Juan Manuel de Rosas se conjugan los principios de la defensa de la soberanía nacional frente a las potencias europeas, la relación amistosa que unía al general José de San Martín con Juan Manuel de Rosas, ambos hermanados en la defensa de la independencia, el federalismo como principio constituyente y por ende el reconocimiento de la libertad y autonomía de las provincias confederadas; y, finalmente, la configuración de un espacio geográfico respecto del cual el Estado Nacional se reputaría como soberano.
Este principio, el de la soberanía, tan negado por el menemismo es, paradójicamente, el reivindicado por el monumento. Valga este artículo para demostrar cómo las intencionalidades de los comitentes, no siempre son las ideas que expresan los monumentos y las esculturas públicas.
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Nota:
(1) Magaz, María del Carmen: Escultura y poder en el espacio público, Acervo editora argentina, Bs. As., 2007.
Imagen: Monumento a Juan Manuel de Rosas  en el Parque 3 de Febrero.
El monumento a Juan Manuel de Rosas.