2 may 2012

La legendaria casa de Santiago de Liniers



(De Luis Alberto Ballester)

Es común aseverar que Santiago de Liniers habitó únicamente el edificio ubicado en Venezuela 469, de neto estilo colonial, iluminado por despojadas rejas y densas puertas. Pero la leyenda sostiene que además el virrey vivió en otra casa, y que se alzaba en Hipólito Yrigoyen y Virrey Liniers, en Almagro.
Este es un barrio que ingresa en algunas de sus esquinas a una zona metafísica; varias de sus casas transitan una realidad tan plena que deviene sobrenatural, como extraída de un cuadro de Magritte.
La mansión mítica de Liniers era conocida hasta hace poco tiempo como el mirador de Lange. Y decidimos mítico en un sentido primigenio, como equivalente a lo verdadero. Esta tradición está basada en una prueba casi concluyente. En el plano diseñado en 1817 por José María Manso se aclara que el cuartel 31, que comprende Victoria a Belgrano y Liniers a Boedo, perteneció a Santiago de Liniers y Brémond.
Antes persistía el mirador, defendido por almenas de un desvaído amarillo, como un pertinaz heliotropo que escucha la música del cielo. La antigua mansión estaba flagelada por numerosos comercios, como olvidada de un pasado abiertamente heroico. Entonces restaba la estructura colonial de la casa, recubierta luego por otros arcos, por otros pasillos. Pero algunas puertas, de un color que el tiempo ha tornado borroso y  melancólico, parecían guardar la memoria de los antiguos habitantes, de viajes en berlinas negras, de hachones que brillaban en la soledad del horizonte, de la tristeza honda y pavorosa de la pampa cercana. En la pared externa del edificio, imperceptible, desdibujada, se leía hasta hace poco (1) una lacónica sentencia: "Conde de Buenos Aires".
Desde el mirador de la casa se descubría un cielo acogedor, que vence al olvido. Una breve reja defendía inúltilmente a un jardín desvastado, donde flameaba la ropa tendida sobre el pasto y las plantas. Pero prevalecían en este edificio nieblas delicadas, matices y formas de otras vidas y otros gestos, que despiertan las más claras potencias del hombre.
Buenos Aires guarda estas sorpresas para el solitario atento y sensible.
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 (1) Circa 1980. (Nota de la Red.)
Imagen: Mirador de Lange.
Tomado del libro: "Revelación de Buenos Aires" de Luis Alberto Ballester.