9 feb 2012

Oski, cada día dibuja mejor...


(De Otto Carlos Miller) 

Oscar Conti era su nombre formal, pero desde la década del 40, cuando aparecen sus primeros trabajos en las revistas “Cascabel” y “Rico Tipo”, nace Oski, el nombre artístico, más que de un dibujante genial, de un auténtico artista que nació en Buenos Aires en 1914 y se nos fue el 30 de octubre de 1979.
Su obra de Oski es quizá tan paradojal como su propia vida. Apelando al  reiterado hábito del mismo Oski que citaba en sus obras al Diccionario de la Real Academia Española, busquemos la palabra serio. Porque realmente Oski era un caso serio.Las cinco acepciones se ajustan perfectamente a la personalidad y  obra de Oski. “Grave, sentado y compuesto en las acciones y en el modo de proceder (...)”. “Severo en el semblante, en el modo de mirar o hablar”. “Real, verdadero y sincero, sin engaño o burla, doblez o disimulo”. “Grave, importante (...)”. “Contrapuesto a jocoso o bufo”.
Efectivamente, Oski fue  un humorista serio y totalmente opuesto a lo jocoso o bufonesco. Porque el humor auténtico y profundo tiene mucho de subversivo, es decir de la connotación que implica trastornar, revolver, destruir. ¿Trastornar, revolver y destruir qué?
Oski tiene la respuesta en los silencios gráficos que arrancan la carcajada honda y plena.
Nada más lejos que lo “chistoso”, cercano a la tontería, que un humor interminable, lleno de vericuetos. A veces barroco, pero sin llegar a rococó. Cada situación es transformada por Oski en una auténtica parafernalia. Un hecho simple y cotidiano, invisible en sus detalles para el común de la gente, Oski  lo convierte en un caos que inmediatamente cobra la armonía de cosmos.
¿Trastornar qué? ¡La chatura! La falta de estética en la contemplación de lo más simple.
¿Revolver qué?  ¡Lo armado por las convenciones y la miopía de la mediocridad!
¿Destruir qué? ¡La hipocresía cobarde!
Oski  desnuda al  ser humano en su grandeza y miseria. Mirando su obra se tiene la sospecha que vivió una experiencia similar a la de “El aprendiz de brujo”. El aspirante a dominar las artes de la hechicería, por no estar preparado aún para esta ciencia, desata fuerzas que luego no puede controlar y se transforma en víctima. Sin duda, Oski creó un universo de personajes que lo trascendieron y hasta quizá lo dominaron. Un cosmos patafísico. Contradictorio y existencial. Máquinas infernales, complejas y absurdas. Plantas, animales y hombres con sus virtudes y defectos exacerbados hasta el paroxismo.
Oski trabajaba más de veinticuatro horas diarias. Los laberínticos recovecos del inconsciente despertaban durante el sueño biológico para entrar en el sueño cotidiano de la vigilia que era la excusa para crear. Su ojo avizor registraba aquello invisible, por obvio, que inmediatamente trasformaba en trascendente. Por eso la seriedad de Oski.
No fue un dibujante. Tampoco un humorista. Fue un artista para quien el dibujo y el humor fueron la clave para acercarse al misterio de la creación. El mismo Oski no recibía con agrado que lo llamaran humorista. Miguel Rojas-Mix con quien Oski hizo la “Vera Historia Natural de Indias” cita que cierta vez un pintor amigo de ambos, con la mejor intención le dijo a Oski: “Sos el mayor humorista de América”. Oski le respondió: “Humorista yo no soy, vos sí en cambio lo sos”. “¿Pero cómo?”, preguntó el pintor cuya obra era seria y formal. Oski, con su habitual humor ácido, respondió: “¿No ves que todo el mundo se caga de risa mirando tus cuadros?”  No obstante, el pintor aludido, estalló en una risa amistosa.
Así era “El Viejo” o “El Maestro” como lo llamaban sus amigos; cáustico, con el humor que encierra el sentimiento trágico de la vida.
De su formación “formal” podemos decir que se recibió en la Escuela Superior de Bellas Artes. También estudió escenografía luciendo su creatividad en la obra de Sartre “La mujerzuela respetuosa” estrenada en 1947 en Santiago de Chile y luego, en 1953, en Buenos Aires para “Androcles y el león” de Bernard Shaw. Luego viene la etapa del  trabajo con otro grande, Carlos Warnes, con quien crea César Bruto.
Trabaja en Chile, España, Italia y visita Cuba.
Como auténtico turiferario esparce un estilo que a veces es imitado.
Acepta que puede llegar a tener influencias de Steinberg. No obstante  ya dibujaba antes de conocer su obra.
Ocurre a veces que se da  la simultaneidad en los descubrimientos, en las teorías y  en el pensamiento entre seres distantes que ni se conocían.Un artista siempre capta lo que esta inmerso en lo cotidiano y que otros no ven. Más allá de la posible influencia de Steinberg, Oski ya tiene estilo y temática propios. El compadrito, el bacán, la percanta, los indios americanos,  los personajes tangueros, las máquinas “leonardescas” o su célebre “Amarroto” despegan lejanamente de Steinberg.
Oski fue un estudioso profundo, un buceador de la realidad. En la superficie de lo habitual él veía lo que subyace. Se apasionaba por la historia, las ciencias naturales, la química, la mecánica, los textos antiguos. Acopiaba libros y objetos. Todos eran elementos para rearmar y recrear la realidad. Una realidad oculta al ojo profano que él nos la hacía visible. Porque un profano (pro: delante y fanun: templo) es aquel que pasa delante del misterio sin verlo. Oski vivía inmerso en el misterio.
Mientras estuvo vivo, a través de su obra hizo posible todo lo fantástico. Porque él era toda posibilidad de nuevas creaciones sin límites. Pero la muerte es el límite final. Su muerte lo llevó de lo siempre posible al ser. Oski no fue, Oski es.
Frente a su obra, ahora las posibilidades permanentes son nuestras, y a medida que la conocemos más la apreciamos. Porque su visión nos presenta otra óptica de la vida, nos renueva. Y esa nueva mirada nos permite conocer más y descubrir que Oski cada día dibuja mejor.
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Imagen: Una de las páginas de Vera historia de Indias, de Oski, Edición Compañía General Fabril Editora S.A., Bs. As, 1968.