8 jun 2011

Dos sociedades porteñas de afro-argentinos del siglo XIX


(De Arnaldo J. Cunietti-Ferrando)

EL TESTIMONIO DE LAS MEDALLAS
Nos vamos a referir a dos instituciones que acuñaron las primeras medallas de la colectividad afro-argentina de Buenos Aires. Debemos aclarar que existen medallas dedicadas a miembros de la colectividad negra, siendo la más antigua la concedida a Ventura, un esclavo de doña Valentina Feijóo que denunció la conspiración de Alzaga en 1812 y que lleva una simple leyenda, “POR FIEL A LA PATRIA”.
También se acuñaron medallas de homenaje a Lorenzo Barcala, un ex esclavo negro que ingresó como soldado al batallón de Cívicos-Pardos organizado por San Martín en Mendoza ascendiendo con los años por méritos propios a coronel. Hay medallas en su homenaje y una calle de Buenos Aires lleva su nombre.
Pero si bien están dedicadas a dos afro-argentinos, estas medallas no fueron acuñadas por miembros de esa colectividad. En cambio, nos referiremos a dos interesantes piezas hasta ahora inéditas, mandadas acuñar por sociedades de negros y mulatos de Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX.
La más antigua corresponde a la Sociedad Fraternal, fundada en 1854, una de las primeras instituciones de socorros mutuos de los afro-argentinos porteños, cuya Comisión Directiva estaba integrada por Casildo Thompson como presidente, José María Morales como secretario y Ricardo Mendizábal, Rufino San Martín, Federico Mendizábal y Raimundo Llanes, en los otros cargos.
Ese mismo año de 1854 fundaron con gran sacrificio una escuela primaria a la que bautizaron “Colegio del Carmen”, con el fin de “proporcionar a sus hijas una educación independiente” y la sostuvieron de su peculio hasta 1859 en que la situación se complicó, pues ese año: “todos los miembros que componen esta asociación y que contribuyen con sus recursos a llenar las exigencias del establecimiento, tienen que salir a campaña a cumplir con los deberes del ciudadano y defender los derechos de la Patria que sostiene con dignidad el Estado de Buenos Ayres.” Debemos aclarar que por ese entonces, nosotros estábamos separados de la Confederación que tenía su sede en Paraná y recién en 1859 a raíz del Pacto de San José de Flores, se logró la unificación del país.
Muchos negros porteños fueron enganchados en los ejércitos que hicieron frente a las tropas de Urquiza, tanto en los campos de batalla de Cepeda como de Pavón.
Aquí sólo había quedado un pequeño número de socios que si bien durante cinco años hicieron esfuerzos superiores a sus facultades para mantener el colegio, ya no podían hacerlo y peligraba su continuidad. Fue en estas circunstancias que se presentaron al gobierno solicitando un subsidio de 1.500 pesos mensuales, que se les acordó con la condición que esta ayuda debía “cesar después del regreso a esta ciudad del batallón a que pertenecen los suplicantes”.
Cuando regresaron, luego de combatir en Cepeda y en otros hechos de armas, la mayoría había perdido sus trabajos y ya no podían mantener esta modesta escuela primaria. En 1860, al solicitar la extensión del subsidio, sólo les concedieron 750 pesos, que se usaban para abonar el sueldo de la maestra, doña Guadalupe Viera.
Ese año, un informe de Juan María Gutiérrez, presidente del Departamento de Escuelas, señalaba que el Colegio del Carmen tenía 43 alumnos de ambos sexos “pertenecientes a la clase de color, la mayor parte de los cuales se educaban gratis por ser hijos de padres pobres, y el resto abonaban mensualidades que eran destinadas a llenar los gastos del establecimiento.”
En 1863 ya recibía 60 alumnos, la mitad gratis ya que muchos padres de los pequeños alumnos apenas ganaban para subsistir y si no lo subsidiaban debía cerrar sus puertas. El gobierno les otorgó esta vez 700 pesos mensuales “que es lo que gana la Preceptora” y la escuela quedó bajo la inspección del Departamento de Escuelas, que les aconsejó presentarse a la Municipalidad para que resolviera incluir este colegio en las partidas del presupuesto municipal. Ese año se pierden sus rastros y también los de las Sociedad Fraternal.
No obstante su estrechez económica, el Colegio del Carmen otorgaba anualmente premios a los mejores alumnos que consistían en medallas, acuñadas por el famoso grabador italiano Pablo Cataldi que, casi con seguridad se las entregaba gratis.

LAS MEDALLAS
En el anverso, leyenda perimetral superior: SOCIEDAD FRATERNAL. En el campo en cinco líneas, la última en el segmento perimetral inferior: COLEGIO / DEL / CARMEN / DE / BUENOS-AIRES. En el reverso, dentro de dos ramas de laurel frutado leyenda en tres líneas: A LA / APLICACIÓN / 1857.
Son medallas de plata, con un diámetro de 25 milímetros y fueron acuñadas por Cataldi, cuyas iniciales PC. figuran en el exergo (1). Algunas tienen punzonado el número 57 del año; otras muestran la fecha incompleta 18…  y existen ejemplares, como el que ilustramos, que llevan un aro ornamental para poderlos lucir los niños premiados en sus vestimentas. 
La otra sociedad de socorros mutuos entre afro-argentinos de Buenos Aires que acuñó medallas, fue La Protectora, fundada por Eugenio del Sar, nieto de esclavos y figura destacada de la colectividad negra, el 15 de julio de 1877 con 30 socios considerados “Fundadores”.
Precisamente, la medalla que conocemos es una pieza única y hasta ahora inédita que se conserva en la colección del Museo Mitre (2) y fue otorgada a los miembros fundadores. Su foto y descripción es la siguiente:
En el anverso, estrella de siete puntas con círculo de puntos. En su centro aparecen dos manos entrelazadas sosteniendo tres ramas de laurel. La leyenda perimetral del círculo dice: LA PROTECTORA FUNDADA, y se continúa en  brazos de la estrella: EL / 15 / JU / LIO / DE / 18 / 77. Sigue en el campo: AL / SOCIO FUNDADOR. En el reverso liso, se colocó un anillo para colgar. Es de plata, mide 42 milímetros y no figura el nombre del artista grabador.
Al año siguiente de 1878, ya los socios se habían duplicado, incorporando además 25 miembros honorarios. En ese mismo año se mudaron a un local más grande ubicado en la calle Piedad (hoy Bartolomé Mitre) entre Talcahuano y Uruguay. En enero de 1881 comenzaron a editar una hoja periódica titulada “La Protectora”, con noticias de interés para los lectores, e instalaron una biblioteca pública en su sede.
Bajo la presidencia de Tomás B. Platero, inauguraron el 28 de octubre de 1883, un panteón en la Recoleta, siendo padrinos el Dr. Bernardo de Irigoyen, por entonces ministro del Interior y la señora Carmen Alvear de Benítez, con la presencia del intendente Torcuato de Alvear y de más de 300 afro-argentinos (3). El terreno había sido comprado y donado por Eugenio del Sar poco antes de fallecer (4).
Decía el diario La Crónica: “La Sociedad Protectora es compuesta por negros y mulatos, de esos negros y mulatos que vemos desfilar en los batallones en masas compactas armadas y que son el muro vivo que la patria opone hoy a la lanza de los salvajes para conquistar a precio de su sangre, el desierto a la civilización, y a los que esta vio ayer rodeando al gran capitán de los Andes y reflejando el Campo de su gloria, o en el Paraguay coronando la fortaleza enemiga a la voz de los oficiales y de los gefes, siempre sufridos y bravíos desafiando la muerte y sirviendo a la patria con la abnegación admirable de los que no aspiran a las glorias y a los honores y no recibirán tal vez ni la cruz humilde que señale a los demás los restos de los que cayeron por ella.” Y concluye: “La Sociedad La Protectora merece el aplauso y el aprecio de todos. Ella no sólo ha luchado por llevar a cabo un acto piadoso y grande cuyo objetivo directo son los muertos, sino que trabaja también con fe y con ardor para levantar el nivel moral de sus miembros vivos y de las clases de color a fin de reivindicar para ellas el lote de derechos que la ley les acuerda y del que no gozan aún en la práctica plenamente, desde que se les somete por violencias muchas veces al servicio de las armas o son retenidas injustamente en él, o contra su voluntad de ciudadanos de una nación libre y civilizada” (5).
El fundador Eugenio del Sar, quien había ideado para los actos de la Sociedad el uso de un estandarte rojo con un símbolo masónico en su centro, falleció el 9 de noviembre de 1882 (6). Esta es la segunda medalla que hemos detectado mandada acuñar por la sufrida colectividad afro-argentina de Buenos Aires.
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Notas:
(1) Eduardo de Urquiza: “Catalogación de las piezas acuñadas por Pedro Cataldi”. Nº 9. Boletín de IBNA. Nº 8. Bs. As., 1960.
(2) Museo Mitre, Catálogo, Nº 3485. Bs. As., 1995.
(3) “La Nación”, 30 octubre 1883.
(4) Esta bóveda se vendió años más tarde, en la década de 1920.
(5) “La Crónica”, octubre 1883, Bs. As.
(6) Tomás Platero: “Piedra libre para nuestros negros”.

Imagen: Anverso y reverso de la medalla del Colegio del Carmen.