8 dic 2010

Urquiza Park


(De Daniel Artola)

Durante la excavación del túnel correspondiente a la extensión de la Línea B de Subterráneos, a la altura de Triunvirato y Tronador, fue encontrada la osamenta de un gliptodonte. Lo invitamos a viajar en el tiempo para conocer más a fondo esta especie extinguida, cuyos integrantes llegaban a tener el tamaño de una auto chico.

Cuando el martillo rebotó como una pelota de tenis sobre una de las paredes laterales del túnel en construcción de la Línea B de subterráneos, que dentro de un par de años llegará a Villa Urquiza, los operarios pensaron que habían perdido sus fuerzas o que debían cambiar de herramienta. Al observar con mayor detenimiento se dieron cuenta de que la superficie donde golpearon no se parecía a la tosca sino a algo especial, que estaba allí desde hacía un millón de años: habían descubierto la caparazón de un gliptodonte. En verdad, era el tercer ejemplar detectado en ese área en el lapso de un año. El hallazgo de los restos fósiles se produjo a principios de junio pasado bajo el cruce de la avenida Triunvirato y la calle Tronador, a escasos cincuenta metros de donde aparecieron los otros dos.
Una vez conocida la noticia, las autoridades de Subterráneos de Buenos Aires Sociedad del Estado (SBASE) se comunicaron con un equipo de especialistas para que tomaran cartas en el asunto. Según los cálculos de los paleontólogos que concurrieron al lugar, se trataría de una animal que midió 1,50 metros de largo y 1,20 de alto con un peso de 600 kilos. Nada más y nada menos. Las autoridades informaron que las piezas encontradas serán exhibidas en la futura estación Tronador, cuya inauguración está prevista para mayo del año próximo. La investigación es llevada adelante por José Luis Prado, paleontólogo de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Para el científico, el estudio de estos restos es muy importante porque permite obtener detalles de cómo era la zona hace cientos de miles de años.

COMO UN AUTO PEQUEÑO
El trabajo que Prado lleva adelante junto a un equipo de colaboradores es arduo, ya que este gliptodonte es el más grande que se haya encontrado hasta el momento. Por lo visto, Buenos Aires ha sido un lugar preferido por estos parientes lejanos de los dinosaurios, ya que también se encontraron restos de su osamenta en los túneles de la ampliación de la Línea D, en Belgrano y Núñez. Si miramos un hipotético álbum familiar de estas especies curiosas, su aspecto se parece al de la mulita, claro que con dimensiones diferentes; en realidad, su tamaño es semejante al de un auto pequeño. Otra característica del gliptodonte, cuyo caparazón tiene dibujadas rosetas, es que su columna vertebral alcanzaba el mayor grado de fusión de todos los mamíferos. Era un animal que comía hierbas y hasta se dice que llegó a convivir con el hombre. Algunos estudiosos sostienen que los indios patagónicos lo nombraban en sus leyendas. El mundo le debe el descubrimiento de este integrante de la fauna de antaño a sir Richard Owen (1804-1892), quien escribió sobre él en 1838. Este paleontólogo acuñó cuatro años más tarde el término dinosaurio para bautizar a los grandes reptiles que dominaron el planeta en los tiempos primitivos.
Fernando Novas, integrante del Museo Argentino de Ciencias Naturales, dijo que existen muchas piezas de este tipo bajo de nuestros pies. “Florentino Ameghino (1854-1911, paleontólogo argentino) decía que la ciudad es un gran cementerio de restos fósiles”, acotó. Según los científicos, la caída de un asteroide entre Miramar y Mar del Plata terminó con la vida de los gliptodontes junto con toda la fauna y las plantas. La teoría, publicada por la revista Science, sostiene que el asteroide se precipitó hace tres millones de años, en el período llamado plioceno medio. Hay que aclarar que para ese tiempo los dinosaurios habían dejado de pasearse por la tierra. El informe agrega que en un área específica, llamada Formación Chapadmalal, se observan tierras cocidas que demuestran que tuvo que ser un elemento de gran calor el que fundió los materiales del suelo. Ese suceso provocó un gran cambio meteorológico y alteró las corrientes oceánicas, además de la extinción de los gliptodontes. Evidentemente eran animales muy fuertes, ya que sus huesos sobrevivieron al desgaste del tiempo, las modificaciones climáticas y la montaña de cemento que los cubrió como una lápida.

OTROS CASOS
A principios de 1999, los trabajadores de la continuación de la Línea D de subterráneos hallaron restos similares por primera vez. El lugar exacto del descubrimiento fue la avenida Cabildo, entre las calles Olazábal y Blanco Encalada, a una distancia de 70 metros de la cuenca del arroyo Vega. Uno de los obreros dijo que nunca había visto nada igual porque “parecía de otro mundo”. El hecho de que una obra del grado de complejidad como la del subte se haya detenido en proteger los restos fósiles es un ejemplo que se debería imitar en todos los emprendimientos edilicios. A veces por intereses económicos y apuro en terminar la construcción se arrasa con elementos de estas características. Hubo casos de excavaciones que dieron con construcciones de la época colonial, donde se encontraron restos de vajilla, jarras y recipientes que se usaban para la higiene. Muchos de los signos del pasado fueron destruidos por la topadora, tal el caso de la empresa constructora de un hotel en Puerto Madero, que ocultó partes de un buque del siglo XIX. Sin embargo, hay ejemplos positivos –como el de Subterráneos de Buenos Aires– que brindan un aporte cultural significativo para conocer más sobre el apasionante mundo de estos animales ya extinguidos.
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Imagen: Hombres primitivos de las pampas al acecho de un gliptodonte. (Dibujo de Henrich Harder tomado de bolsonweb.com). 
Material tomado del periódico El Barrio, agosto de 2001.